A pesar de la lluvia y la tormenta, Robe y su público transformaron Valencia en una noche mágica llena de rock y emoción.
La noche en Valencia llegó cargada de lluvia y tormenta, y durante un buen rato pareció que el concierto no podría seguir adelante. Pero los seguidores de Robe, fieles a su estilo, no se dejaron intimidar. Con chubasqueros y paraguas, se plantaron en el recinto, dispuestos a aguantar lo que fuera. Y al final, la espera valió la pena.
Cuando Robe apareció en el escenario, su sonrisa lo decía todo: agradecido y con ganas de regalar una noche inolvidable a un público que, empapado pero firme, no cedió ni un centímetro. Desde el primer acorde, quedó claro que la lluvia se convertiría en un elemento más de la atmósfera mágica que se creó en Valencia. Con su último trabajo, Se nos lleva el aire, como protagonista, el repertorio se llenó de momentos íntimos y eléctricos, en los que la tormenta parecía acompañar cada nota. Y, como no podía ser de otra forma, también hubo lugar para esos himnos de Extremoduro que siempre logran unir al público en un éxtasis colectivo.
A pesar de las adversidades, la banda supo transformar la noche en un refugio, creando una conexión cercana y auténtica. Las condiciones no opacaron la fuerza de la música, y cada acorde resonó con la intensidad de quienes saben que la magia, cuando es real, puede contra cualquier tormenta. Fue una de esas noches en las que la música y el público se encuentran a mitad de camino, demostrando que ni la lluvia puede frenar la música del extremeño.